domingo, 3 de agosto de 2025

El troll del blog

Muy buena petición de los amigos en el correo, como dicen no debo de dejar de escribir, el qué sé sienta ofendido larguese y para ese puto mariconera de muerda anónimo al menos ten los huevos de mostrar tu perfil y no esconderte en el anonimato, que aquí estoy con los ovarios bien puestos para seguir escribiendo y cumpliendo todas las peticiones de los que de verdad aprecian el blog, agradecemos a lilith_mv por la historia, se inspiro en el anonimo bastardo que nos esta denunciando me encanto la historia y espero la puedan leer antes de que el anonimo marica imbecil de mierda la denuncie y la borren



**gerardo y la maldición del blog**  
gerardo era un hijo de puta con demasiado tiempo libre, un cabrón niño de cristal de 17 años y por que niño, por que era un maldito enfermo pedofilo qué le encantaba el tema de body swap pero criticaba todo aquello qué lo hacía exitarse, si algo lo exitaba lo quería ver destruido, era el típico niño rata que se la pasaba en foros y blogs de bodyswap buscando mierda que lo exitara y por lo tanto lo ofendiera. cuando leyó una entrada en un blog historico sobre una niña en un contexto jodido, se le subió la sangre a la cabeza. “esto es una puta perversión, ¿quién escribe esta basura?”, tecleó furioso, escondido tras un nickname de mierda como “anonimo”. spameó los comentarios con insultos, denuncias y amenazas de “voy a cerrar esta cloaca de pedófilos”. Sin saber que el era un pedofilo también, cada día, decenas de mensajes idénticos: “esto es asqueroso, hijos de puta, voy a reportarlos a las autoridades”. los fans del blog, hartos de su mierda, se juntaron en un discord privado y decidieron joderlo de vuelta. contactaron a una bruja de internet, una loca que hacía rituales por webcam a cambio de criptomonedas. la vieja, con uñas largas como garras y un tatuaje de pentagrama en el cuello, tocó la pantalla de su laptop mugrienta con una mano huesuda mientras murmuraba palabras en latín de mierda. “que este cabrón sienta lo que critica”, siseó, lanzando una maldición al anónimo que se coló por las fibras ópticas hasta el pc de gerardo.

esa noche, gerardo estaba solo en su cuchitril, viendo porno barato cuando sintió un calambre que le recorrió la columna como si le hubieran metido un puto cable eléctrico por el culo, su hermana entro y se quedo viéndolo retorserse desde la puerta, entonces cayó al suelo, jadeando, mientras su cuerpo empezó a encogerse como una mierda retorcida. sus brazos se acortaron, sus piernas se volvieron palillos frágiles, y su torso se comprimió hasta parecer un puto juguete, mientras toda su ropa cayo al suelo. el dolor era insoportable, como si le trituraran los huesos y los huevos en una licuadora; gritó con una voz que se volvía más aguda cada segundo. pero lo peor fue sentir su pene, su preciada verga de hombre virgen chaquetón con la que se masturbaba 2 o 3 veces al dia marchitarse. la miró con horror mientras se secaba y caía como una hoja podrida, desprendida sin sangre, solo un pedazo de carne muerta en el suelo, junto con todo el vello de su cuerpo. en su lugar, quedó un hueco liso, una puta vagina infantil que no entendía. se tocó con manos temblorosas, ahora diminutas, y el trauma lo golpeó como un martillo: ya no era gerardo, era una niña de 10 años y eso le éxito a su mente de pedofilo reprimido. desnudo frente al espejo empañado de su baño, vio unos ojos enormes, pelo largo castaño claro enredado y un cuerpo flaco sin curvas, sin nada apenas superaba el metro de altura. quiso vomitar, pero solo lloró con una voz de pendeja que no reconocía, y se desmayo. 

al despertar la mañana siguiente, tirado en el suelo frío, su hermana mayor, clara, estaba ahí, mirándolo con una mezcla de burla y lástima. “ahora sí vas a saber lo que se siente ser una chica, hijo de puta”, dijo con una sonrisa torcida mientras le tiraba un vestido rosa lleno de volantes. “te inscribí en santa teresita, una escuela solo de niñas. vas a aprender a ser una damita aunque te duela el culo y te va a doler”. gerardo, o “geraldine” como clara lo renombró, no tuvo chance de protestar, para el mundo fuera de su hermano exitoso, sus padres qué lo odiaban pero ahora veían una oportunidad y su hermana qué sabia que así se iba a purificar esa alma de pervertido qué tenia su ahora pequeña hermanita, nadie en el mundo lo recordaba como hombre solo como la pequeña niñita qué fue el último accidente de sus padres; su voz aguda sonaba ridícula al intentar gritar. clara lo vistió como si fuera una muñeca, poniéndole una falda corta tableada que apenas cubría las piernas y que al no tener caderas a veces se bajaba un poco y unos tacones pequeños pero jodidos, de 3 cm, obligatorios para niñas de 9 a 12 años, que hacían que cada paso fuera un puto malabarismo. “la feminidad es disciplina aun que duela”, repetía clara, citando el lema de la escuela mientras le ajustaba unas medias rosas hasta las rodillas, una blusita de manga larga para los lunes de ceremonia, manga corta de martes a jueves y playeritas polo los viernes. Con faldita de tenis y si tenis rositas. 

**humillación y adaptación forzada**  
en santa teresita, todo era un infierno rosado diseñado para humillar al antiguo gerardo. las reglas eran claras: nada de pantalones, ni cabello corto ni piernas abiertas, incluso nada de vello corporal, siempre faldas cortas para “exaltar la gracia femenina”, y esos tacones de mierda desde los 9 años porque “una niña debe aprender a caminar con elegancia”. el primer día, durante el recreo, lo obligaron a jugar juegos de niñas que había despreciado en su blog: saltar la cuerda, cantar rondas infantiles como “arroz con leche” mientras unas pendejas lo tomaban de las manos. sentía su falda subir con cada salto, dejando al aire unas piernas flacas y pálidas, y el viento soplando directo en su vagina sin vello, un recordatorio constante de lo que había perdido. “bajá la falda, zorrita torpe”, le gritaban las otras niñas riendo, y él quería morirse ahí mismo, nadie la quería como amiga, era demasiado bonita para el estándar de la escuela, parte de la misma maldicion

ir al baño era otra puta tortura. orinar sentado, con las piernas juntas para no salpicarse, era humillante; no había manera de evitar sentir el chorro caliente corriendo por esa raja desconocida, goteando y dejando los muslos y la vagina empapadas. limpiarse con papel era un acto de precisión que odiaba, siempre temiendo oler a mierda o a algo peor. las dinámicas escolares eran un desfile interminable de todo lo que había criticado en ese blog: sexualizacion de niñas, clases de baile donde tenía que aprender pasos de ballet con un tutú ridículo, vestidos y trajes regionales con faldas pesadisimas qué teníamos que florear en un baile muy pesado y sin sudar, igual cualquier chica que sobrepasar su peso ideal era sometida a clases extra de ejercicios y a dietas rigurosas, "la talla mediana es extra grande para una señorita de santa Teresa, si comen mucho no deben engordar, si engordan aun comiendo lechuga son putas gordas reprimidas y no tendrán un lugar aquí" decía la directora, los lunes de ceremonia los tacones eran ligeramente más altos para todas yo tenia que ir apretando los muslos para no caerme de los tacones; talleres de “etiqueta femenina” donde le enseñaban a sentarse cruzando las piernas como si fuera una puta princesita y como combinar ropa para el outfit perfecto, que usar y que no usar en cada época del año; y sesiones de manualidades donde pegaba brillantina a tarjetas mientras sus dedos torpes temblaban con esas uñitas largas qué las de mi edad debíamos cuidar, 1.5cm, aprendía a coser bordar surcir y tejer tanto a mano como con maquinas de coser. cada uniforme, cada moño en el pelo, cada “señorita geraldine” que escuchaba era un cuchillo en mi orgullo. él, yo era el anónimo qué me escondía por que era un puto hipócrita maricon qué que había escrito “estas mierdas son adoctrinamiento para hacer esclavas sumisas”, todos menos yo son pedofilo, cierren ese blog, ahora vivía atrapado en ese mundo que tanto asco me daba.

las noches eran peores. clara lo obligaba a practicar maquillaje infantil, pintándole los labios de rosa chicle y riéndose cuando intentaba quitárselo. “vas a ser toda una dama, aunque te revientes”, decía mientras le ponía extensiones baratas en el pelo. gerardo, dentro de ese cuerpo frágil, sentía que cada día moría un poco más; su mente de hombre seguía ahí, gritando contra cada movimiento forzado, cada sonrisa falsa que tenía que poner para no recibir castigos. pero no había salida: esa bruja de mierda lo había condenado a vivir la feminidad que tanto había despreciado.
Aun que buscaba por la casa un pantalón, unos shorts para esconder y usar de pijama, no había ninguna, eran pequeños camisones de tirantes ajustados qué debajan mi pecho y espalda descubiertas solo cubriendome los pezones, que empezaban a verse hinchados y con la faldita qué llegaba al muslo, las pantis se sentían raras pero después de 1 año me acostumbre aun que las odiaba, no sabia que las amaría sabíendo lo que se venía encima 

**la maldición de la carne floreciente**  
a los 11, el cuerpo me traicionó con saña. los primeros brotes de pecho surgieron como tumores bajo la piel: dos nudos dolorosos que ardían al rozar la tela del uniforme. mi hermana, la puta sádica, me dio sostenes de varilla con relleno de gel: “para que te acostumbres a usar lo que las mujeres verdaderas soportamos”. las varillas me clavaban en las costillas, dejando marcas rojas que supuraban al quitármelos. las niñas de la escuela murmuraban: *“mírenla, ya parece zorra de cantina, seguro se puso implantes con su dinero o son de relleno”,* mientras yo caminaba por los pasillos con tacones de 5 cm que me hacían tambalear como borracha.  

para los 12, mis tetas eran copa b: redondas, pesadas, rebotando con cada paso forzado en los cursos de *“ejercicios de feminidad”*. las clases de pole dance eran obligatorias. sudaba como cerda mientras trepaba el tubo con las piernas desnudas y depiladas bajo la falda tableada, sintiendo cómo los niños de la escuela vecina se masturbaban frente a las ventanas con binoculares nos veian. las profesoras nos gritaban: *“¡muevan las caderas, perritas! sus futuros maridos no quieren troncos secos en la cama”.* las sentadillas interminables me dejaban los muslos temblando, preparándome para *“aguantar cabalgadas largas”*, según el manual escolar.  

**el infierno menstrual**  
la primera menstruación llegó en medio de una clase de cocina. un dolor visceral me dobló sobre la mesa mientras intentaba amasar pan. sentí el calor espeso escurriendo entre las piernas antes de ver la mancha roja empapando la falda rosa. las risas estallaron: *“¡la niña se convirtió en mujer!”,* gritó una compañera, señalando mi vergüenza con uñas esculpidas. la profesora me entregó una toalla sanitaria gruesa como ladrillo y me obligó a quedarme frente al grupo mientras explicaba: *“esto es lo que nos hace dignas de parir hijos fuertes”.* la sangre olía a metal podrido; cada calambre era como si me apuñalaran con cuchillos de hielo.  

mi hermana celebró esa noche. me regaló tangas de encaje rojo y unos tampones *“para que aprendas a controlar ese flujo de puta”,* dijo mientras tiraba la toalla llena de sangre y sin aviso me metía un tampon en la vagina, se sentía horrible tener algo metido. dormir era una pesadilla: la tela húmeda, el olor a óxido, la sensación de tener una herida abierta entre las piernas.  





**el uniforme como cárcel**  
en secundaria y Preparatoria , el código de vestir del uniforme se volvió tortura. Bien maquillada con sombra y rubor rosas al igual que los labios, uñas de al menos 3 cm pintadas de rosa y con adornos, tangas obligatorias y créanme las maestras revisaban qué fuera tanga, los lunes: vestido corto negro con el escudo bordado en rosa y saquito rosa con bordados negros con tacones de 12 cm que me desgarraban los tendones, un lunes era de manga corto y otro de tirantes con escote donde nadie tenia senos tan grandes como los míos, las niñas apenas eran copa a y yo estaba a punto de llegar a c, de martes a jueves faldita corta rosa tableada y blusita ajustada blanca de manga corta con tacones de 7 u 8 cm y calcetas rosas abajo de la rodilla. los viernes: tops deportivos que dejaban mi ombligo expuesto al frío y faldas de licra como jugadora de tenis que se pegaban al sudor durante las clases de *“dominación masculina a través del baile”*. las envidiosas me empujaban contra los casilleros: *“¿te inyectaste silicona, perra?”,* susurraban al pellizcarme las tetas y los pezones hasta dejarlos rojos. no entendían que cada centímetro de mi cuerpo era un efecto colateral de la maldición, no una elección.  

las clases de modales me enseñaron a sonreír mientras servía café con la espalda recta y las piernas cruzadas, 5 libros pesados en la cabeza y castigos por cada libro que se cayera, castigo. en matemáticas, resolvíamos ecuaciones calculando calorías quemadas durante el sexo oral. hasta la literatura se corrompió: analizábamos novelas románticas donde la protagonista era violada hasta *“encontrar el amor verdadero”.*  como 50 sombras de grey, esposa de papel, y los libros de jane austin

**la ironía final**  
cada noche, mi hermana revisaba mi diario íntimo —obligatorio por la escuela— donde debía detallar *“sueños de sumisión gustosa”*. cuando me resistía, me golpeaba con el cinturón de hebilla que fuera de papá, mojaba los babydoll qué ahora me daba de pijama y dormía así amaneciendo con los pezones rosados y adoloridos por la tela. Mojada en mi mente solo peoñnsaba. *“esto es lo que criticaba en ese blog, si tan solo no lo hubiera hecho o si solo no me hubiera escondido en el anonimatl,”* escupía, señalando mis viejos comentarios impresos y pegados en la pared:
"están enfermos son pedofilos" pero ahora en mi mente solo resonaba la frase *“las mujeres nacen para ser diosas del hogar,  putas en la cama y nunca ser perras resentidas”.*  

ahora, al mirar mis uñas pintadas de rosa  —cuidadosamente limadas para no romperse al escribir ensayos sobre *“el placer de servir”*—, entiendo el chiste macabro. soy la parodia ambulante de todo lo que odié, un muñeco de carne que baila al ritmo de la maldición que desprecié. y el blog, ese infierno que inundé de spam, ahora tiene una nueva autora: una niña que escribe con mis palabras de hombre muerto.



**el juego retorcido de las fantasías y la maldición intacta**  
a los 15, ya estaba hasta el cuello en el fango de mi propia degradación. mi mente, aún la de gerardo en algún rincón podrido e hipócrita qué siempre tuvo era esa clase de pedofilo qué el mismo criticaba, se exitaba en cada sesión de depilación, se mojaba al verse frente al espejo, la ropita de niña se empezaba a gustar, en una excursión donde uso playera y jeans no se sintió mujer, necesitaba sentirse como. Una mujer, pensó que si remedia a el daño escribiendo esas fantasías qué le parecían  enfermas  pero no lo eran, por que solo eran fantasías y lo entendió al escribir cada deseo de esos cabrones del blog que denunció en el pasado  la maldición se  podría romper. me equivocaba de una manera jodida. empecé a escribir en el foro donde todo comenzó, bajo un alias de niña sumisa, detallando cada humillación que vivía: cómo los tacones de 12 cm me reventaban los pies, cómo sentía el viento frío lamiendo mi coño sin vello y apretado por una tanga ajustada bajo la falda tableada, cómo las profesoras me obligaban a practicar “miradas seductoras” frente a espejos mientras me pellizcaban las tetas para “corregir la postura”. los lectores se pajeaban con mis palabras, pidiendo más: “cuéntanos cómo te toca orinar sentada, putita”, “describe cómo se siente que te crezcan las tetas”. yo cumplía, vomitando cada detalle con una mezcla de asco y una calentura que este cuerpo no podía controlar. cada comentario mío era un ladrillo más en mi propia cárcel; la maldición no cedía, solo se reía de mí mientras mi vida se torcía más. Y lo peor eso que para mi era la vida real para ellos era solo fantasía, si hubiera entendido eso antes que solo era una fantasía, que nada era real, si solo hubiera dejado de comentar. 

llegué a los 17, un cascarón de lo que fui, media 1.68cm y 1.80 con tacones de 12 cm. en la escuela de chicas, el último año nos daban “opciones de carrera” para ser esposas perfectas: diseño de modas, secretaria, estilista. elegí chef porque cocinar era lo único que no sentía como una puta violación directa. pero incluso eso era un circo de mierda. pasábamos 8 horas al día en la cocina, impecables como muñecas baratas: maquillaje completo con labios rojos y pestañas postizas, todo el cuerpo depilado hasta parecer de plástico, mini vestidos ajustados bajo la bata de chef (que al menos era más larga y cubría un poco), y tacones altos que hacían que cada paso fuera un riesgo de romperme el cuello. cocinábamos con uñas largas pintadas, rezando para que el esmalte no se descarapelara y cayera en la sopa. “una buena esposa nunca contamina la comida de su hombre”, nos sermoneaban mientras cortábamos cebollas con manos temblorosas.

Cada qué quería sabotear un platillo por más asquerosa qué fuera la combinación de ingredientes el resultado era muy apetitoso y rico, las chicas me odiaban más por ser perfecta, por ser usada de ejemplo para todas, cada que quería mandar a la chingada a todas incluyendo las maestras, solo halagos salían de mi boca con esa voz tan dulce y femenina qué tenia



**la graduación: un desfile de carne**  
la graduación fue un puto espectáculo de burdel. primero, un desfile en bikini y tacones de 10 cm por una pasarela al aire libre, con padres y hermanos mirando como buitres. mi bikini apenas cubría los pezones y el coño, dejando mis caderas y culo al descubierto mientras caminaba con pasos forzados. después del desfile, nos perforaron el ombligo en público: una cadenita con el logo de la escuela colgaba de mi piercing recién hecho como un logo de marca registrada de la escuela, el piercing no era nada barato, platino y con una forma y seguro que evitaba qué te lo pudieras quitar, era un piercing de por vida, quemando la piel y abriendo el seguro dentro de mi vientre mientras aplaudían. luego vino el desfile de vestidos de noche tipo miss universo, con escotes hasta el alma y faldas con cortes que mostraban muslo cada vez que girábamos. finalmente, la ceremonia de graduación, donde nos entregaron diplomas que decían “apta para matrimonio”. esa noche, en la fiesta posterior, todo se fue al carajo. Mi vestido tenia un escote en la espalda qué llegaba a mis hoyitos en la espalda baja y enfrente un escote qué llegaba a donde debería estar mi inexistente vello púbico, casi ni podía caminar entre los tacones y el largo del vestido qué sé arrastraba por el piso y tenia que patear a cada paso para no pisarlo y caerme

el hermano mayor de una compañera, un cabrón de unos 25 con mirada de depredador, me invitó a bailar en la fiesta que siguió a la  graduación al menos me dejaron cambiarme y ponerme un vestido pegadito y de encaje . este cuerpo reaccionó antes que mi cabeza: mi coño se mojó bajo la tanga obligatoria mientras su mano apretaba mi cintura, le hacía insinuaciones sobre la humedad aun que mi mente no quería pero nada más salía de mi boca. fue una sensación rara, como si mi carne tuviera vida propia, traicionándome. me dio una copa con algo dulce frente a mis padres y los suyos, un pequeño brindis mientras todos se guiña a los ojos y se apretaban de la mano en lo que sabia que eran contratos verbales; lo siguiente que recuerdo es despertar desnuda en una cama desconocida, con las sábanas llenas de sangre seca y pegajosa como mis muslos, abrazada por ese hijo de punta sintiendo su enorme pené aun flácido en mi culo. me habían drogado y violado. el asco me subió como bilis, pero este cuerpo —esta maldita prisión— quería más. lo desperté sin pensar dándole una cachetada y un beso apasionado qué lo dejo sin aire, trepándome encima como me habían entrenado durante años. su pene enorme se sentía como si me partiera en dos cuando lo cabalgue, dolió como si pasara mis entrañas por un rayador de queso y lo sabia por que las niñas lo habían usado una vez en mi brazo, cada embestida desgarrándome mientras gemía como una perra, pero ya no sangraba al contrario. me gustaba, joder, me gustaba sentirlo romperme desde adentro, sentir como me mojaba más y me orinaba mientras no me detenia, sentir sus manos agarrando mis tetas mientras yo apretaba su verga con mi coño hambriento. se vino dentro de mí con un gruñido, llenándome de semen caliente, y yo alcancé un orgasmo enfermo que hizo temblar todo mi cuerpo, pero seguí y seguí hasta que después de 2 horas y 2 venidas se puso flácido y yo deshidratada por tanto orinarme y mojarme, la cama era un puto desastre pero el llamo al servicio a la habitación y con su tarjeta pusieron una cama nueva, desnudo ambos frente a los empleados no me sentía mal, al contrario era su premio, mientras terminaban de limpiar me llevo a la regadera del hotel y me cogio por atrás, luego por adelante bajo el agua caliente al salir estaba la ropa perfectamentente acomodada en ganchos y el desayuno puesto pero me cogio de nuevo y me lleno tanto de semen qué sentía como escurría por horas en mi tanga. desde ese día, no hubo vuelta atrás.

**vida de esposa y sexo sin freno**  
a partir de ahí, viví para ser la mejor cocinera y puta para él, que pronto se convirtió en mi esposo 2 meses despues de cumplir 18 y 6 después de la primera vez que me cogio. cada día era lo mismo: cocinarle platos perfectos con recetas aprendidas en esa escuela de mierda, mantener la casa impecable, y abrir las piernas para que me llenara de semen todas las noches. Ir de compras y al salón de belleza, maquillarme vestirme y lucir sexy para que me cogiera, no había día que no follaramos como animales. me ponía en cuatro sobre la mesa de la cocina mientras él llegaba del trabajo, levantándome la falda corta y metiéndomela sin preliminares; sentía su pene grueso venoso y palpitando abriéndome el coño hasta hacerme gritar, y cuando se corría dentro, ese calor pegajoso era como una puta adicción. a veces usábamos juguetes para hacerlo más sucio: me metía un vibrador gordo en el culo mientras él follaba mi coño, las vibraciones mezclándose con sus embestidas hasta que me corría tan fuerte que manchaba todo. otras noches era al revés: vibrador zumbando en mi coño mientras él reventaba mi culo con fuerza bruta, dejándome temblando y goteando semen por ambos lados.


ni siquiera el embarazo detuvo esa mierda. tuve dos niñas unos años después, pero ni estando preñada paramos. cuando mi panza estaba enorme, a los 7 u 8 meses, él seguía follándome como si nada. “te ves más puta así, toda hinchada y con ese piercing saliendo de mi ombligo saltado por el embarazo, sentía los ganchos detrás qué evitaba qué me lo pudiera quitar, era mi marca, mi denominación de origen para que supieran qué mi marido tenia una esposa digna”, el gruñía mientras me ponía de lado en la cama y metía su verga despacio pero profundo en mi coño empapado y mi taza a punto de reventar. dolía un poco por la presión del embarazo, pero este cuerpo lo necesitaba; mis tetas llenas de leche rebotaban con cada embestida, goteando líquido blanco por los pezones mientras él chupaba una y follaba más duro, a veces apretaba ambas y chorros de leche salían de mis pezones y me sentía como cuando eyaculsba siendo hombre. a veces me ponía encima aunque pesara como cerda, cabalgándolo con cuidado para no aplastar la panza, sintiendo cómo su pija llegaba hasta donde podía mientras yo gemía como loca y mis muslos dolían por el peso extra en el ejercicio a pesar de que cada día seguía haciendo 1 hora de sentadillas. después de parir, seguimos igual; apenas recuperada del segundo parto, ya estaba chupándole la verga bajo la mesa mientras las niñas dormían. no había descanso, ni lo quería.

**el ciclo enfermo continúa**  
aunque odiaba cómo esa escuela sexualizaba a las niñas desde pequeñas y en lo que me había convertido —todo lo que denuncié como gerardo—, decidí enviar a mis hijas ahí mismo. era hipócrita hasta el hueso, pero este cuerpo y esta vida me habían reprogramado. quería que fueran mujeres sexys y empoderadas como yo ahora: sumisas perfectas afuera, putas salvajes adentro, capaces de manejar un cuchillo de chef tan bien como una verga gruesa y manipular a mi esposo para obtener lo que quisiera. las veía ponerse sus falditas tableadas a los 10 años, tropezar con tacones pequeños como yo lo hice, y una parte de mí lloraba mientras otra sonreía. la maldición no solo me jodió a mí; ahora era un virus que pasaba a ellas. Pero que las iba a convertir en las mujeres perfectas como yo, pero más fácil por que ellas eran populares y me tenían a mi para enseñarles engaño y manipulacion