lunes, 6 de octubre de 2025

EL DESEO

 


capítulo 1: el desmadre del tercer aniversario**

era el tercer aniversario de diego y sofía, una pareja de cabrones que llevaban juntos desde la prepa. pero en lugar de estar cogiendo como conejos para celebrar, estaban en un restaurante de mala muerte discutiendo como perros. diego, un vato de 1.80, flaco pero con algo de músculo de gimnasio barato, estaba encabronado porque sofía no entendía la presión de su trabajo de mierda en una bodega. “¡no chingues, sofía, estoy hasta los huevos de cargar cajas para ganar una pinche miseria y tú nomás te quejas de tus putos exámenes y de que no estas en un restaurante caro, no entiendes no me alcanza para llevarte a un lugar mas caro que este!”  gruñó, apretando la lata de cerveza hasta casi reventarla.

sofía, una morra de 1.60 con unas tetas redondas pero caidas que siempre llamaban la atención y un culo que hacía girar cabezas pero con pancita por que se veia gorda, le respondió con veneno. “¡y tú qué, cabrón! ¿crees que estar estudiando enfermería es fácil? ¡me paso las putas noches sin dormir mientras tú nomás llegas a rascarte los huevos!” sus ojos cafés echaban chispas, y su cabello largo y negro se agitaba mientras gesticulaba con furia.

los dos se miraron con un odio mezclado con deseo, porque aunque estaban encabronados, la química seguía ahí. en un momento de pura rabia, ambos pensaron lo mismo al pinche tiempo: “ojalá pudiera ser ella/él por un rato para entender qué chingados siente”. pero no pasó ni madres. solo se lanzaron unas miradas de “vete a la verga” y cada quien se largó para su casa. diego caminó pateando latas en la calle, sintiendo su verga medio dura por la bronca y el deseo frustrado. sofía se fue en camión, cruzada de brazos, con los pezones duros bajo el brasier por la mezcla de coraje y ganas reprimidas.

los siguientes dos días fueron raros, pero ninguno le dio mucha bola al principio. diego se levantó el primer día y notó algo extraño al mirarse en el espejo del baño mugroso de su depa. sus pezones, normalmente pequeños y casi invisibles bajo el vello del pecho, estaban hinchados, más grandes, como si fueran putos botones. bajó la mirada y vio que su verga y sus huevos parecían más chicos, encogidos. “pinche frío de mierda,” pensó, rascándose la cabeza, aunque algo en su interior le decía que no era normal. se puso una playera vieja y se fue a trabajar, ignorando la sensación rara en su pecho.

sofía, por otro lado, sintió algo cabrón al despertar. estaba en su cuartito desordenado, rodeada de libros de anatomía, cuando al lavarse la cara notó una punzada abajo. se tocó por encima del pijama y sintió su clítoris duro como piedra, más largo de lo normal, rozando contra la tela. “¿qué pedo?” murmuró, bajándose los calzones para verse. ahí estaba, sobresaliendo más de lo que recordaba. también notó que sus tetas, normalmente llenas y pesadas, parecían menos voluminosas bajo la playera. “será el estrés,” pensó, aunque una inquietud le apretó el estómago.

ese día se vieron en la escuela donde sofía estudiaba. se reconciliaron a medias, con un abrazo incómodo y unas disculpas tibias. “te extrañé, pinche idiota,” dijo ella, medio sonriendo. “yo también, culera, malcogida” respondió él, sintiendo otra vez esa punzada rara en el pecho. pero no hablaron de lo que sentían en sus cuerpos. cada quien se fue para su casa después, fingiendo que todo estaba chido.

esa noche, la mierda se puso real. diego llegó a su depa agotado, con una molestia constante en el pecho que ya no podía ignorar. llamó a sofía por videollamada. “morra, algo me está jodiendo en el pecho, ven para acá, por favor” dijo con voz temblorosa. ella llegó rápido, preocupada, y cuando entró lo encontró sentado en el sillón viejo, con cara de confusión. “quítate la playera, quiero ver qué pedo, tienes seguro es muscular” ordenó sofía. él obedeció, y cuando la tela raída salió, ambos se quedaron con la boca abierta. en el pecho de diego habían crecido dos tetas, no tan grandes como las de ella, pero redondas y definidas, firmes como para no usar sosten, como si fueran putas frutas a medio madurar. los pezones estaban duros por el aire frío, y él sintió un cosquilleo cachondo pero extraño al sentirlos expuestos.

“¿qué carajos...?” balbuceó sofía, y sin pensarlo mucho se quitó su propia blusa. bajo el brasier negro que usaba no había nada. sus tetas, esas curvas orgullosas aun que caidas que siempre presumía, habían desaparecido; su pecho era plano como tabla, con pezones apenas visibles. “esto no puede ser real,” susurró diego, mientras ambos se miraban con una mezcla de miedo y fascinación morbosa.

se desnudaron por completo, dejando caer los pantalones y los calzones al suelo desordenado. lo que vieron fue una pinche locura. el cabello de diego creció frente a sus ojos, cayendo en mechones largos sobre sus hombros mientras sentía un dolor agudo en la entrepierna. sus huevos comenzaron a retraerse, como si algo dentro de él los jalara hacia arriba. “¡chingadamadre esto duele un chingomadral!” gritó, tocándose desesperado mientras sentía cómo se metían dentro de una abertura nueva que se formaba entre sus piernas. su verga, ya más pequeña desde hace días, se encogió aún más, convirtiéndose en algo parecido a un clítoris mientras su uretra parecía dividirse, metiéndose en esa nueva vagina húmeda y caliente que ahora tenía. el dolor era cabrón, pero también había una sensación rara, casi placentera, como si su cuerpo estuviera descubriendo algo nuevo. sus caderas se ensancharon, crujiendo audiblemente, y sus tetas terminaron de formarse, redondas y pesadas. cuando miró hacia abajo, ya no era el vato alto de 1.80; ahora medía 1.60, frágil y no tan curvilineo como su novia, si caderas anchas pero no tanto, trasero redondo pero chiquito, piernas mas largas y delgadas, el vientre plano y delgado junto con una mini cinturita y tetas que sobresalian de un pecho huesudo, parecia una modelo flaca y tetona.

mientras tanto, sofía lo observaba con ojos desorbitados porque su propio cuerpo estaba cambiando igual de rápido. sentía cómo el vello le crecía por todo: brazos, piernas, hasta un puto bigote oscuro empezaba a asomarse sobre su labio. su clítoris, ya endurecido desde hace días, seguía creciendo hasta convertirse en una verga gruesa, más grande incluso que la que diego solía tener. sentía cada centímetro expandirse con un dolor ardiente mezclado con una erección incontrolable, un dolor profundo sintio cuando sus ovarios se cayeron por su vagina y se envolvieron en sus labios creando un escroto. su cuerpo entero parecía estirarse; ahora medía 1.80, alta y musculosa, mirando hacia abajo a quien alguna vez fue su novio.

ambos terminaron jadeando después del cambio doloroso, mirándose fijamente en medio del cuartucho mal iluminado. no había palabras para describir la mezcla de horror y curiosidad cachonda que sentían. sus cuerpos eran ahora los del otro, y aunque todo era un desmadre total, había algo en ese intercambio que los ponía calientes como nunca antes.




**capítulo 2: el revolcón del intercambio**


la primera impresión de diego y sofía después de ver sus cuerpos cambiados fue puro pinche pánico. diego, atrapado en el cuerpo curvilíneo de sofía, sentía su corazón latir como cabrón mientras se miraba en el espejo roto del depa. “¡qué chingados hicimos!” gritó con una voz aguda que no reconocía, tocándose las tetas redondas que ahora tenía. sofía, en el cuerpo alto y musculoso de diego, se agarraba la verga nueva con una mezcla de asombro y cachondez, pero también de miedo. “esto no puede estar pasando, cabrón,” gruñó con una voz grave que le sonaba como si viniera de otro vato.


de pronto, diego levantó las manos pa’ hacer señas, con las uñas largas de sofía temblando. “a lo mejor si corremos uno hacia el otro, como en las putas películas, regresamos a la normalidad,” dijo, desesperado. sofía asintió, aunque no muy convencida, y ambos se echaron a correr por el cuartucho. pero en lugar de algún pedo mágico, terminaron dándose un putazo de frente. la rodilla de diego (en el cuerpo de sofía) se estampó directo en los huevos recién adquiridos de sofía (en el cuerpo de diego). ella se retorció de dolor en el suelo, agarrándose la entrepierna mientras soltaba un grito ronco. “¡hijo de tu puta madre, eso duele más que cualquier mierda!” rugió, con lágrimas en los ojos.


tras unos segundos de jadear como perros, sofía levantó la vista, todavía adolorida. “¿y si esto pasó por el enojo? a lo mejor si hacemos el amor con cariño, como cuando estábamos bien, regresamos,” propuso, su voz grave cargada de una mezcla rara de esperanza y lujuria. diego se quedó pasmado, mirándola con ojos abiertos como platos. “¿qué pedo contigo? ¿crees que quiero tener un pito dentro de mí? ¡soy un puto hombre!” exclamó, aunque su voz aguda y su cuerpo femenino decían todo lo contrario.


sofía se acercó, con una sonrisa culera en la cara. “pues mírate en el espejo, pendejo. esas tetas redondas y firmes no son como las mías que estaban medio colgadas. y esa vagina húmeda y mojada que tienes ahí abajo grita que ya no eres un puto hombre.” se señaló a sí misma, flexionando los músculos nuevos y tocándose la verga gruesa que ahora tenía. “mira, cada quien tiene el cuerpo que el otro deseó. yo me veo bien pinche musculoso y con un pito más grande que el tuyo. y tú estás delgadísima, sin tetas caídas. creo que esta es la única solución, cabrón.”


diego no podía creer la mierda que estaba escuchando, pero algo dentro de su cabeza, tal vez esa nueva sensibilidad femenina o pura desesperación, le decía que a lo mejor tenía razón. suspiró hondo, sintiendo cómo sus pezones se endurecían solo de pensarlo. “pinche sea,” murmuró, caminando hacia la cama desordenada con pasos inseguros, sus caderas anchas moviéndose de forma instintiva. se acostó boca arriba, intentando abrir las piernas aunque se sentía vulnerable como la chingada.



sofía no lo pensó ni dos veces. con una mirada de puro deseo animal, se acercó y le abrió más las piernas a diego, dejando que sus manos grandes y ásperas exploraran ese cuerpo nuevo. con una mano apretó una teta firme, sintiendo cómo el pezón se ponía duro bajo su palma, y con la otra agarró su verga palpitante, gruesa y lista pa’ la acción. sin más pedos, apuntó y la metió toda de un solo empujón. el placer que sintió fue como un pinche relámpago. la humedad caliente y apretada de la vagina nueva de diego envolvió su pito como si fuera un guante perfecto hecho pa’ él. “¡no mames, qué rico se siente esto!” gruñó sofía, moviendo las caderas instintivamente mientras sentía cada rincón resbaloso apretarlo más. era como follar por primera vez, pero mejor, porque sabía exactamente cómo se sentía el otro lado.


para diego, la sensación fue un desmadre total de dolor y placer mezclados. cuando esa verga enorme entró en él, sintió como si lo partieran en dos desde adentro. dolía más que cualquier puto golpe en los huevos que hubiera sentido antes como hombre, pero al mismo tiempo era excitante como nada que hubiera experimentado. cada embestida era una mezcla de ardor y éxtasis; su nueva vagina estaba tan sensible que podía sentir cada vena del pito de sofía rozando sus paredes internas, con cada embestida sentia como liquido fluia y salia acumulandose y goteando por su culo. “¡hijo de puta, me estás rompiendo, con mas cuidado!” jadeó, pero no podía parar de gemir. se venía una y otra vez sin control, orgasmos múltiples que hacían temblar sus piernas delgadas y torneadas. cada vez que llegaba al clímax, sentía un chorro caliente llenar su interior y luego salir de su vagina nueva; se estaba orinando de puro placer, el líquido tibio corriendo por sus muslos mientras su cuerpo convulsionaba.

los pezones en su pecho eran otro pedo. estaban tan duros y sensibles que era como tener dos vergas pequeñas erectas pegadas al torso. cada vez que sofía los pellizcaba o los chupaba entre embestidas, diego sentía descargas eléctricas directo a su entrepierna. su respiración se entrecortaba tanto que a ratos pensaba que se iba a desmayar; no podía jalar aire bien entre tanto gemido y jadeo.

y entonces lo sintió: mas liquido caliente pero esta vez llenándolo por completo desde adentro sentia la presion de que habia sido demasiado liquido, siempre soño con eyacular un vaso entero cuando era hombre, pero sentir a su novia eyaculandole esa cantidad de semen era asqueroso . “¡no mames, te viniste dentro de mí, sofía!” gritó diego, con voz aguda llena de pánico pero también de un placer culposo. podía sentir el semen cálido inundando su vagina nueva, goteando fuera mientras su cuerpo seguía temblando por los orgasmos residuales. sofía solo soltó una risa grave, jadeando mientras se retiraba lentamente, dejando un rastro pegajoso entre los muslos de diego. “pues qué querías, cabrón. este pito no sabe controlarse,” dijo con una sonrisa pervertida.





**capítulo 3: el desmadre de las tareas cambiadas**


después de pasar toda la pinche noche platicando y tratando de entender qué carajos pasó con sus cuerpos, diego y sofía llegaron a una conclusión de mierda: por lo menos al día siguiente, cada uno tenía que hacer las putas tareas del otro pa’ no levantar sospechas. diego, atrapado en el cuerpo curvilíneo de sofía, se sentó en el sillón con las piernas cruzadas, sintiendo aún el pegajoso de la cogida anterior. le dijo a sofía, con voz aguda pero encabronada: “mira, cabrona, vas a pararte a las 3 de la puta mañana. recuerda que te vas en bici y le pones doble cadena en el trabajo o te chingan las llantas. llegas y te cambias con estas sudaderas de mierda, ponte tres aunque sientas calor pa’ que aguantes los costales. te avientan dos de 50 kilos por pinche vez, así que no te hagas pendeja. los acomodas fuera del camión, luego a mover las cajas al frente, todo antes de las 5:30 am porque a esa hora empieza la venta. mueve lo que te digan, terminas guardando todo a las 11 y te vas en chinga al otro trabajo. ahí tienes que coquetearle a las vendedoras o no te asignan ni madres. y tranquila, si te agarran, déjate, porque si no, no te dan chance de trabajar.”


sofía, en el cuerpo musculoso de diego, se quedó con cara de pendeja, parpadeando como si le hubieran hablado en chino. pero no había de otra, tenía que entrarle al desmadre.


al día siguiente, sofía se levantó a las 3 de la puta mañana, con el cuerpo adolorido pero con una fuerza que nunca había sentido como mujer. se montó en la bici vieja de diego, pedaleando con huevos pa’ llegar a la bodega. el aire frío le pegaba en la cara, pero esos músculos nuevos la hacían sentirse como un cabrón invencible. al llegar, se puso las sudaderas apestosas que olían a sudor rancio, pero ni madres, había que jalar. cuando le aventaron los costales de 50 kilos, casi se va de culo, pero algo dentro de ella rugió: cargó esa mierda como si fuera un toro, sintiendo los biceps hincharse y el pecho bombear adrenalina. “pinche madre, qué chingón se siente ser tan fuerte,” pensó mientras acomodaba cajas pesadas como si fueran almohadas. no tenía que estudiar ni un carajo, y ese trabajo manual la llenaba de una manera que no entendía. se sentía poderosa, dueña del puto mundo.



a las 11, terminó el primer jale y se fue volada al segundo trabajo, un mercado de mierda donde vendían fruta y verdura. ahí, como diego le había dicho, tuvo que coquetear con las vendedoras pa’ que le asignaran algo. con una sonrisa culera y un guiño, les soltó un “¿qué pasa, mamacitas? ¿me dan chance o qué?” las morras, unas tipas curtidas pero con hambre en la mirada, se rieron y empezaron a tocarle los músculos del brazo, sintiendo esos biceps duros como piedra. una hasta le pasó la mano por el pecho, bajando peligrosamente cerca del paquete. sofía sintió cómo su pito nuevo se ponía duro como verga bajo los pantalones; era una sensación cabrona, como si todo su cuerpo gritara por coger. nunca, ni en sus mejores días como mujer, se había sentido tan deseada.


la cosa se salió de control rápido. dos de las vendedoras, unas morras tetonas con faldas cortas que dejaban ver más de lo necesario, lo arrinconaron detrás de unas cajas. “hasta que por fin nos coges como debes, dieguito,” dijo una, mientras la otra le sobaba el paquete sin pudor. “dos años te rehusaste por tener novia, ni cuando ella te trató como mierda hace dos días. ¿qué pedo, ya terminaron o por qué quisiste cogernos?” preguntaron con risas pervertidas. sofía, sin saber qué carajos decir, soltó un “se me antojó” bien pendejo y se dejó llevar. las dos le bajaron los pantalones ahí mismo, en un rincón mugroso del mercado, y empezaron a chupársela como si fuera un puto banquete. sofía sintió esa verga enorme ser devorada, la lengua caliente de una morra rodeándola mientras la otra le masajeaba los huevos. no pudo aguantar mucho; embistió a una contra una pared mientras la otra miraba, turnándoselas pa’ darles verga hasta que gritaron. fue rápido, sucio y cabrón; cuando terminó, con las piernas temblando y el pito goteando, sintió una mezcla de poder y culpa que no podía explicar.



se fue pa’ casa después, con el olor a sexo pegado en la piel. sabía que había traicionado a diego, usando su cuerpo pa’ coger a esas dos putas baratas, pero no podía evitar sentirse vivo como nunca. ser hombre, tener esa fuerza bruta y ese deseo animal que su verga demandaba cada segundo, era un pedo que no había sentido como mujer. aun así, la culpa le pesaba más que cualquier costal de 50 kilos. “¿qué chingados hice?” murmuró mientras abría la puerta del depa, sabiendo que tarde o temprano iba a tener que enfrentar a diego.


**capítulo 4: el día de desmadre en el hospital**


esa noche, después de la plática interminable sobre cómo sobrevivir al puto intercambio de cuerpos, sofía, atrapada en el cuerpo musculoso de diego, se sentó con una birra en la mano y le soltó el itinerario a diego, que estaba en su cuerpo curvilíneo de 1.60. “mira, pinche culona, recuerda que te tienes que parar a las 7 am pa’ bañarte y peinarte. te estiras todo el cabello y te haces un chongo bien apretado. a las 9 am tienes clase, vas con el uniforme de enfermera, pero ponte una tanga, ¿me oyes? si usas calzones de abuela se ven a través de la tela y quedas como pendeja. sales a la 1 pm, corres frente a la escuela pa’ cambiarte al uniforme verde quirúrgico y te metes a la operación que esté en el pizarrón. ahí ponte boxers, porque el quirófano está helado y si usas tanga los labios se te pegan al hilo y duele como la chingada. acuérdate de ir al baño antes, no puedes salir en plena operación. terminan como a las 4 pm, tienes 30 minutos pa’ comer y otros 30 pa’ vestirte y maquillarte. te pones los tacones, la faldita negra, la blusa azul y la bata de doctora. luego te vas al piso 4 a recibir pacientes. cualquiera que diga que le duele, le das paracetamol; infecciones o diarrea, desparasitante, y citas en 3 días pa’ que yo les recete antibióticos. sales corriendo a las 7 pm pa’ llegar y prepararme la cena como siempre querías que hiciera, y te quiero guapa, ¿entendiste?”

diego, con sus nuevas tetas sintiéndose extrañas bajo la playera, se quedó con cara de “qué pedo”. “espera, ¿no eran estudios pa’ enfermería? ¿por qué carajos voy al quirófano o a recetar pacientes?” preguntó, confundido como la mierda. sofía soltó una risita culera. “amor, te he mentido. estudio pa’ doctora, no pa’ enfermera. ahora muévete, cabrona.”

a la mañana siguiente, diego se levantó a las 7 am y pensó que era el puto paraíso comparado con levantarse a las 3 pa’ cargar costales. no entendía por qué carajos tenía que pararse tan temprano si entraba tarde, pero ni pedo. a las 7:15 ya estaba bañado, con el cabello estirado en un chongo que parecía que le iba a arrancar el cuero cabelludo, y usando una tanga que le hacía sentir el culo expuesto pero cachondo. se miró al espejo y se quedó pendejo: su novia nunca había sido tan flaca, había pasado de gordibuena a una pinche modelo de 1.60 con curvas de infarto. se puso el uniforme de enfermera como le dijo sofía y llegó a clase. todo le parecía fácil, como si su cerebro de vato rudo se riera de las notas de anatomía. no sentía ni un carajo de cansancio, estaba fresco como lechuga.

salió a la 1 pm, comió un chocolate de mierda mientras se cambiaba de edificio, sintiendo el estómago lleno con nada porque ese cuerpo no aguantaba ni madres. se puso el uniforme verde quirúrgico y fue al pizarrón. era el primero en llegar, no entendía por qué no había nadie más. un doctor, un cabrón cuarentón con mirada de pervertido, se acercó y le dijo: “doctora, ¿qué tal si viene a mi cirugía cardíaca?” mientras le agarraba el culo sin pudor. diego sintió una mezcla de asco y calor húmedo entre las piernas; se sintió deseado de una forma que nunca imaginó como hombre. “sí, claro,” respondió, con voz aguda y una sonrisa nerviosa.



lo llevaron al quirófano, pero en lugar de ponerlo atrás pa’ observar, lo pusieron a operar como si fuera la puta ama del bisturí. diego, que había sido carnicero antes que cargador, no titubeó cuando le pidieron abrir las costillas. lo hizo como si estuviera cortando una res, aunque le costó un huevo por la falta de fuerza en esos brazos delgados. “doctora, qué técnica tan poco ortodoxa pa’ abrir costillas,” dijo el doctor, impresionado. diego, nervioso, soltó: “es que la sierra se calienta y evitará que… sepa bien, digo, que cicatrice bien. mejor romper y luego unir.” el doctor asintió como si hubiera descubierto oro. “bien, entonces cauterice el aneurisma y cierre.” diego vio un cautín de mierda, lo agarró y, recordando sus días de carnicería, cerró los vasos pa’ evitar que la vena reventara. quemó todo lo que pudo y puso puntos con seda pa’ reforzar. el doctor flipó; terminaron una cirugía de 3 horas en 20 pinches minutos.


el frío del quirófano empezó a calar hondo. diego se había olvidado de ponerse boxers como sofía le dijo, y sentía cómo los labios de su nueva vagina se apretaban contra la tanga, pegándose al hilo dental con un dolor que era rico pero cabrón, como un pellizco perverso. salió con el doctor tras coser unas puntadas feas pero funcionales dentro del paciente. “no me atrevo con la piel,” admitió, porque coser algo tan delicado no era lo suyo. fueron por un café después, y el doctor, poniendo una mano en su pierna, le dijo: “doctora, quiero usar sus avances. nunca había visto cortes así. ese paciente iba a morir hoy y usted lo salvó en tiempo récord.” algo dentro de diego se prendió; terminaron yéndose a una bodega del hospital pa’ cogerse como animales.


fue un revolcón brutal. sentir esa verga dura dentro de su nueva vagina fue distinto al sexo con sofía la noche anterior. esta vez no sintió que se partía por la mitad; era un placer puro, resbaloso, caliente, mientras el doctor embestía contra unas cajas polvosas. cuando se vino dentro, diego sintió un chorro caliente llenándolo todo, mejor que cualquier pedo que hubiera sentido en su cuerpo de hombre. “pinche madre,” jadeó, temblando de puro gozo.



se dio un baño rápido en un lavabo mugroso, se puso otra tanga limpia, la faldita negra, la blusa azul y la bata de doctora. era su primera vez con tacones, unos cabrones de 12 cm que sabía sofía había elegido a propósito pa’ joderlo, cuando él siempre la veía usar unos de 4 o 5 cm. llegó cojeando al piso 4, se sentó y recetó paracetamol a todo cabrón que llegaba quejándose de dolor. a los que veía más jodidos les dio drogas más fuertes pa’ calmarlos. los pacientes estaban tan agradecidos que pronto tuvo una fila de hijos de puta esperando. los despachó rápido y terminó su turno.


no se cambió; el doctor le dio aventón hasta casa y le soltó: “si no le cuentas a tu novio, podemos repetir esto.” algo dentro de diego lo hizo apretarle el pito al cabrón por encima del pantalón, como cuando apretaba una teta siendo hombre. lo besó con hambre. “se me antoja, llegaré temprano otra vez,” dijo con una sonrisa culera. ese día había sido una pinche maravilla. dentro de casa, se bajó la falda, se puso una lencería de encaje que sofía nunca quería usar, volvió a ponerse la faldita y la blusa, y empezó a cocinar como buena perra sumisa. justo entonces llegó sofía en su cuerpo, con cara de pocos amigos tras su propio día de desmadre.


**capítulo 5: el choque de realidades**


sofía, en el cuerpo de diego, llegó al depa hecha una mierda, sudando como cerdo y apestando a puro esfuerzo de cargar costales y cajas todo el puto día. ni siquiera saludó, se metió directo al baño pa’ darse una ducha. descubrió que bañarse como hombre era un pedo rapidísimo: jabón en las axilas, un enjuague al pito y los huevos, y listo en cinco minutos. salió todavía goteando, con unos boxers pegados al cuerpo mojado, sin secarse ni madres, y se sentó en la silla de la cocina como si fuera el rey del castillo. la cena ya estaba servida, olor a carne asada y tortillas calientes llenando el aire, gracias a diego en su cuerpo.

la cena ya estaba servida por diego, que andaba en su cuerpo curvilíneo con una faldita de puta y una blusa ajustada. sofía lo miró de reojo y no pudo evitar sentir una pinche quemazón en el pecho. ¿cómo carajos un cargador de mierda iba a ser mejor doctora que ella, que se desvelaba como cabrona pa’ ser la mejor?

con una mirada de pura arrogancia, sofía le soltó: “y bien, ¿viste lo pinche horrible que es mi vida a diario? ¿cómo sufriste en el hospital y en las clases, cabrona?” su voz grave resonaba mientras se rascaba los huevos sin pudor, sintiéndose poderoso en ese cuerpo musculoso.


diego, en el cuerpo de sofía, vestido con esa faldita negra ajustada y una blusa que marcaba sus nuevas tetas, dudó un segundo antes de responder. con un tono suave pero cargado de sarcasmo, dijo: “la verdad, fue fácil para mí. en las clases, parecía que era la única que sabía todo. hice una pinche operación a corazón abierto, el cirujano incluso va a escribir mis procedimientos para un ensayo y me invitó mañana a otra operación. tuve estadísticas altísimas en atención de pacientes y hasta me dio tiempo para vestirme como tú debiste hacerlo siempre, guapa y arregladita, y prepararte la cena. ¿y cómo estuvo tu día?”

sofia no contesto, de hecho pregunto “¿y bien, cuánto sacaste en el examen de partes del cuerpo?” soltó sofía en tono casual, aunque por dentro estaba que hervía. diego, acomodándose las tetas con una mano como si fueran putas almohadas, respondió con una sonrisita de mierda. “saqué un 96, fui la más alta. ¿y tú, cuántos camiones te bajaste, pinche cavernícola?” esa respuesta fue como un putazo directo al ego de sofía. se levantó de un brinco, con los ojos echando chispas, y con sus manos callosas y ásperas agarró a diego de la barbilla, apretando fuerte pa’ que sintiera quién mandaba.

“escúchame bien, perrita pendeja,” gruñó sofía, su voz grave retumbando en el cuartucho. “nadie obtiene una cirugía cardiotorácica así nomás sin dar nada a cambio. ¿a quién te cogiste, eh? ¿qué hijo de puta te abrió las piernas pa’ darte ese chance?” diego, con los ojos rojos y casi llorando por el dolor del agarre en su barbilla delicada, se soltó con un jalón y le respondió con fuego. “¡no me cogí a nadie, cabrona! solo llegué temprano y corté como mecánico, no como doctor. ¿y tú crees que me voy a tragar que te tocaron y las alejaste? ¿crees que no olí el puto perfume de la perra de martha en tu ropa y el maldito olor a panocha en tu piel? yo nunca te engañé, y apenas pasan dos minutos y te coges a la primera gorda fácil que se te cruza en el camino.”

sofía se quedó con cara de pendeja un momento, pero luego soltó una risa seca. “pues mi dia fue muy tranquilo, nomás cargar y cargar y cargar. tu vida es un intento patético de infierno, pero con este cuerpo me sentí poderoso como la verga. le tiré piropos a las vendedoras en el mercado y me pusieron al frente del puesto. me gané 2000 de propinas, cabrón. deberías aprender, nunca traes ese dinero a casa.” se cruzó de brazos, mostrando esos biceps hinchados, claramente orgullosa de su día, y si me cogi a unas morras que, para eso soy hombre.

sofía apretó los puños, la rabia mezclada con una culpa culera quemándole las tripas. dio un paso más cerca, mirando a diego con puro desprecio. “pues si tanto te gusta ser mujer, diego, te voy a hacer la mujer que tú querías ser,” siseó, dejando claro que esto no era un juego. la tensión en el aire era más gruesa que una verga de burro, y ambos sabían que esto iba a terminar mal.




**capítulo 6: el desmadre de las vidas cruzadas**


después de cenar, la tensión en el depa estaba más densa que el aire de un pinche gimnasio. sofía, en el cuerpo de diego, todavía mojada y en boxers, se acercó a diego nuevamente, que estaba en su cuerpo con esa faldita negra y lencería fina. sin mediar palabra, sofía le bajó la falda de un tirón pa’ verle el culo. “¿lo ves, diego? ¿lo incómodo que es esa pinche lencería?” gruñó con esa voz grave, esperando una queja.


pero diego, con una sonrisa culera, se giró para mirarla. “la neta, no. es bastante comoda para este cuerpo carajo y sostiene estas chichotas pesadas. no sé de qué chingados te quejas,” dijo, sacando pecho para presumir las tetas redondas que ahora tenía. eso encabronó a sofía más que un pedo en el metro. con sus manos ásperas y callosas, agarró las caderas nuevas de diego, lo dio vuelta como si fuera un puto trapo y lo estampó contra la mesa. de un jalonazo, le arrancó la tanga como si fuera un pinche calzón chino, haciendo que el hilo se le encajara en el clítoris. diego soltó un grito, porque esa mierda dolió como si le hubieran aplastado algo vivo.


sin aviso ni lubricación ni nada, sofía le metió el pito hasta el fondo. pa’ diego fue como si lo partieran en dos, pero peor que ayer; no solo sentía que su cuerpo se rompía, sino que cada embestida ardía como si le echaran alcohol a una herida abierta. las lágrimas le salían a chorros mientras jadeaba y maldecía. “pues si tanto te gusta esta pinche vida, quédate con ella,” escupió sofía con puro odio, retirándose y subiéndose los pantalones como si nada. luego, pa’ rematar, tomó su bolsa, intentó darle un putazo en la cara a diego, pero como ese cuerpo nuevo no tenía fuerza, la mano le dolió más a ella. frustrada, le soltó una cachetada que resonó en el cuartucho. “no me vas a volver a tocar, hijo de puta. yo nunca te la metí con odio, siempre dejé el trabajo afuera. hoy te mostré que puedo ser esa mujer que siempre te pedí que fueras, pero tú no llegas ni a la mitad del hombre que era yo.”


diego, con la cara ardiendo por la bofetada y el cuerpo todavía temblando por la cogida violenta, se levantó tambaleándose. los tacones resonaban contra el piso barato mientras salía del depa, marcándole al doctor ese con el que había estado coqueteando. “¿puedes pasar por mí? no quiero estar aquí,” suplicó con voz quebrada. mientras tanto, sofía se quedó sola en el depa, pero no por mucho. las dos dueñas del mercado, unas morras curtidas y hambrientas de verga, llegaron buscando más acción. no hubo ni tiempo pa’ pensar; se pasaron toda la puta noche follando como animales. sofía las embistió una tras otra hasta que el sol salió, sin dormir ni madres, y luego tuvo que irse directo al trabajo con el cuerpo adolorido pero satisfecho.


por otro lado, diego le contó todo al doctor mientras iban rumbo a su casa. el cabrón, con una sonrisa de hijo de puta, le ofreció un trato: “quédate conmigo, empieza una vida nueva. yo te cuido.” diego, harto de sentirse usado y roto, aceptó sin dudar un segundo. no quería volver a pasar por esa mierda. durante el siguiente mes, su rutina fue la misma: ir a las clases de sofía, meterse al quirófano y atender pacientes. estudió como cabrón y recetaba como una profesional de verdad; hasta terminaba cirugías de horas en minutos, tratándolas como si fueran cortes de carne en su vieja vida de carnicero. eso sí, las suturas eran una mierda, pero con el jefe de cardiología como novio, ¿pa’ qué preocuparse? en dos semanas tenía un guardarropa de lujo y joyas hasta por el culo.


mientras tanto, sofía, en el cuerpo de diego, se convirtió en la pinche ama del mercado. administraba los puestos de las dueñas y solo tenía que cogérselas pa’ mantenerlas contentas. ambos aprendieron la vida del otro, y aunque al principio pensaban que era un infierno, resultó que no estaba tan mal. al contrario, cada uno encontró que su nueva vida era mejor que la anterior. a los dos meses, diego—en el cuerpo de sofía—estaba embarazada. pa’ evitar rumores y chismes culeros, se casó con el cardiólogo en una boda rápida pero elegante. por su parte, sofía—en el cuerpo de diego—había embarazado a las dos dueñas del mercado y a cuatro encargadas más en una orgía loca que organizaron un fin de semana.


fue entonces cuando sofía sintió un pedo raro. quería volver a su vida original, extrañaba algo de ser mujer. pero cuando vio desde lejos a su antiguo cuerpo—embarazado, feliz, rodeado de amigas de verdad y casado con un cirujano cabrón—se hizo a un lado. ella ya se había adaptado a esta vida de hombre, follando sin parar y mandando en el mercado. “que se joda,” pensó. si él podía adaptarse a ser ella, entonces ella podía quedarse siendo él.


**capítulo 7: vidas intercambiadas, placeres retorcidos**


aún embarazada, diego en el cuerpo de Sofía seguía haciendo todo lo que se esperaba de una pinche esposa y doctora en ascenso. cuando llegó el momento de dar a luz a unas gemelas, no quiso ni madres sentir que se partía en dos por el coño, así que exigió una cesárea pa’ no pasar por ese pedo. su esposo, el jefe de cardiología con lana hasta pa’ tirar pa’ arriba, le dio seis putos meses de descanso pa’ que se la pasara chido en la mansión. mientras amamantaba a las bebés, diego sentía un morbo cabrón que no podía explicar; esos pezones duros como vergas chiquitas, soltando leche caliente cada vez que las nenas chupaban, lo ponían cachondo como nunca. se la pasaba encerrado en la biblioteca de la mansión, devorando libros de medicina, pero también se le iba el ojo a las vaginitas de sus hijas cuando las cambiaba, y aunque sabía que era un desmadre, no podía evitar que se le mojara la panocha con pensamientos enfermos.


un día, su esposo, con cara de cabrón pervertido, le propuso un trío pa’ darle sabor a la mierda. diego, con una sonrisa culera, le dijo que él escogía a la tipa. se fueron juntos a la calle roja, un putero lleno de zorras de todo tipo, y eligió a dos flacas bien ricas, con tetas falsas que parecían globos pero qué chingados, estaban buenas. en el cuartucho rentado, sentir su coño rozando otro coño mientras las putas le chupaban la leche de las tetas fue un pinche éxtasis. le acariciaban el clítoris con dedos expertos mientras su esposo le metía la verga hasta el fondo, dejando toda su corrida caliente dentro. diego vio en los ojos del cabrón que no era exactamente lo que esperaba, pero qué pedo, una buena esposa complace, y ese cuarteto lo dejó al vato con los huevos vacíos y una sonrisa de pendejo.


esa noche, mientras estaban en la cama, diego le susurró al oído con voz de puta seductora: “cada vez que pienses en engañarme o cogerte a otra, piensa que yo te puedo dar lo que quieras dos o tres veces mejor de lo que imaginas.” había una fantasía que sofía nunca quiso cumplirle, pero diego iba a ser diferente. agarró una máquina de toques eléctricos que tenían guardada pa’ pedos raros, metió uno de los tubos por el culo de su esposo y el otro por su propio ojete. lo montó como una vaquera del porno, encendió la máquina, y sintió cómo su coño se apretaba con cada descarga, como si tuviera una verga creciendo dentro aunque era puro espasmo eléctrico. la excitación fue tanta que en menos de diez segundos, el cabrón se vino dentro de ella con los toques haciéndolo convulsionar, y diego se orinó encima de él, un chorro caliente de pura lujuria descontrolada.


al día siguiente, decidió buscar su antiguo cuerpo, con una mezcla de nostalgia y curiosidad cabrona. encontró a sofía en el cuerpo de diego manejando todas las putas bodegas del pasillo 10, rodeado de niñitas niñeras empujando cuatro carreolas con cuatro bebés chillones mientras hablaba por tres celulares como un hijo de puta multitarea. diego gritó desde lejos, y ese cuerpo musculoso volteó con cara de “qué chingados quieres”. “así que no perdiste el tiempo, ¿eh? y veo que tú tampoco,” dijo sofía con tono de burla. diego, con una sonrisa amarga, respondió: “no vine a presumirte mi vida de mierda. solo quiero invitarte a mi graduación mañana. pasado mañana empiezo como cirujana en el hospital. pero más que nada, quería agradecerte. querer que vieras mi vida y yo la tuya me hizo la mujer más feliz… o el hombre más feliz… bueno, el hombre en cuerpo de mujer más feliz. aunque no estemos juntos, gracias por tu vida.”


sofía, con una media sonrisa en ese rostro curtido, asintió. “agradezco también tu vida,” dijo mientras dos gordas bien culonas se le acercaban, acariciándolo por ambos lados como si fuera un pinche rey del mercado. diego se alejó caminando, echando un ojo a lencería nueva en la zona de ropa de las bodegas pa’ aprovechar el viaje. mientras revisaba unas tangas de encaje negro, leyó un mensaje de su esposo en el celular: puro deseo enfermo en cada palabra, imaginándose un hombre casado con otro hombre que lo sabe todo. podía sentir las ganas que lo mantenían enganchado, un hambre que prometía mantenerlo feliz por un buen rato.


1 comentario:

  1. Apenas pude leerla bien 🤭 me gustó mucho.. se siente diferente leerla en un lenguaje tan mexicano 😅 muy buena :3

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