lunes, 8 de septiembre de 2025

LA MALDICION DEL GAMER

 



todo empezó en un stream cualquiera de twitch. soy alex, un gamer de 25 años, medio famoso por mis partidas brutales de *call of duty* y, bueno, por mi bocota. siempre hablaba de mi chica ideal mientras jugaba, describiendo cada maldito detalle como si fuera un puto arquitecto del sexo: “tetas redondas, culo gordo que tiemble al caminar, cintura de avispa, piernas largas pa’ envolverme, y un coño tan apretado que me saque el alma”. lo soltaba sin filtro, riéndome de los comentarios de odio que llovían en el chat, y no olvidemos flaca, flaca que nunca engorde y que aparte haga pilates todo el dia por que eso hacen las viejas para estar flacas no. pero esa noche, dos chicas en el chat se hartaron de mi mierda. una escribió: “ojalá te conviertas en tu propia zorra ideal, cabrón”. la otra remató: “maldito seas, que sientas lo que es ser tu puta perfecta”. me cagué de risa, les mandé un “jajaja, vayan a lavar platos” y seguí jugando. error de novato.

estaba con mis audífonos puestos, sudadera negra 3 tallas mas grandes y pantalones de mezclilla holgados, gritando insultos al micrófono mientras masacraba noobs en el juego. entonces sentí algo raro bajo los audífonos, como un cosquilleo en el cuero cabelludo. ignoré la mierda al principio, pero luego noté mechones de pelo cayendo por mis hombros. me quité los audífonos un segundo y vi que mi cabello, antes castaño oscuro y corto, ahora era jodidamente rubio platino, liso como seda, y me llegaba hasta la mitad de la espalda. “¿qué carajos?”, murmuré, pasando los dedos por las hebras suaves. olía a maldito champú caro, no al sudor rancio de siempre. el corazón se me aceleró, pero volví al juego, pensando que era un puto sueño o un trip de energía.

luego vino el siguiente golpe. mi cuerpo empezó a sentirse... apretado. mi sudadera, que antes me quedaba como un saco, ahora se pegaba a mí como si hubiera encogido tres tallas en la lavadora. sentí una presión rara en el pecho, como si algo empujara desde dentro. miré abajo y vi dos montículos creciendo bajo la tela, redondos y firmes como putas melonas. mis pezones, duros como piedras, se marcaban a través de la sudadera, tan sensibles que el roce de la tela me hacía jadear sin querer. cada respiración era una tortura; sentía cómo mi caja torácica se achicaba, cómo mis hombros anchos se estrechaban, y mi torso musculoso—el que había construido con años de gym—se desvanecía. mis brazos, antes gruesos y venosos, ahora eran delgados, frágiles, con piel suave como el culo de un bebé. el miedo me pegó duro; estaba perdiendo todo lo que era, y no podía parar de temblar.

intenté seguir jugando pa’ distraerme, pero entonces mis dedos fallaron. no podía picar las teclas bien. miré mis manos y casi grito: mis uñas, antes cortas y desgastadas de tanto teclear, ahora eran largas, acrílicas, pintadas de un rosa chillón que brillaba bajo la luz del monitor. cada intento de presionar una tecla era un puto desastre; las uñas chocaban contra el teclado, haciendo clic-clak como si fueran garras. “no mames, ¿qué es esta mierda?”, solté, levantándome de la silla con pánico. al ponerme de pie, mis pantalones—que antes me quedaban bien—se deslizaron hasta los tobillos como si fueran de un gigante. mi cintura se había reducido tanto que parecía que me habían cortado por la mitad. mis caderas, antes rectas y duras, ahora se curvaban hacia afuera, dándome una forma de reloj de arena que no podía creer.

entonces llegó el dolor más jodido de todos. un ardor insoportable explotó en mi entrepierna, como si alguien me hubiera dado una patada directa en los huevos. caí de rodillas, jadeando, mientras metía una mano temblorosa bajo los calzoncillos. sentí cómo mi escroto, antes pesado y lleno, se encogía como si lo succionaran hacia dentro. mis testículos—mi orgullo de cabrón—se empujaban hacia adentro de mi cuerpo con un dolor sordo, como si los aplastaran contra hueso. grité, pero mi voz ya no era grave; salió aguda, chillona, como la de una pinche niña asustada. toqué más abajo y noté que mi verga, esa polla gruesa que siempre presumí, se abría por la mitad. fue como sentir carne desgarrándose; el dolor era blanco, cegador. podía ver y sentir cómo la uretra se separaba, deslizándose hacia un punto más bajo mientras mi escroto mutaba en algo húmedo y arrugado. esos pliegues se convirtieron en labios, abriéndose para dejar a la vista un hoyo rosado, húmedo—mi puta vagina nueva. cada nervio ardía; sentía una sensibilidad enferma, como si el aire mismo me tocara donde no debía.

lo último fue lo más humillante. lo que quedaba de mi pene—ya reducido a una mierda patética—se pegó contra mi piel, achicándose más y más hasta transformarse en algo diminuto pero duro. era un clítoris, alargado y palpitante, sentado justo arriba de ese coño que no quería reconocer. jadeé, intentando procesar el horror, cuando mis pies resbalaron. casi me caigo de cara; miré abajo y vi que estaba usando tacones negros brillantes, elevándome unos buenos 10 centímetros del suelo. mis pies, ahora pequeños y delicados, apenas podían mantener el equilibrio. tropecé contra la pared, agarrándome del escritorio pa’ no partirme la madre, mientras mi respiración salía en jadeos cortos. miraba mi reflejo en el monitor apagado: una cara más suave, labios carnosos, ojos grandes rodeados de pestañas largas. ya no era yo. era una jodida muñeca viviente, exactamente como había descrito mil veces en stream. el miedo y la humillación me ahogaban; todo lo que había sido—mi fuerza, mi identidad—se había ido a la mierda.

el cambio no se detuvo, y la mierda se puso más jodida. mis piernas, antes gruesas de tanto sentarme a jugar, se alargaron como si alguien las estirara con una puta polea. se volvieron delgadas, suaves, con una curva elegante que terminaba en unos tobillos finos como si fueran de cristal. mis caderas crujieron al ensancharse un poco más, mostrando esos huesitos que sobresalían como si me hubiera muerto de hambre pero de forma sexy. sentía la piel tirante, como si me hubieran remodelado con un puto bisturí invisible. mi pubis, que antes era una selva de vello oscuro, se depiló solo—ni un maldito pelo quedó. donde antes había pelusa, ahora había una presión rara, un abultamiento suave. bajé la mirada y vi un monte de venus perfecto, elevado, como una jodida invitación. mi respiración se cortó; esto no era real, pero lo sentía demasiado.

mis bóxers, que estaban enrollados en mis rodillas porque los pantalones ya no me quedaban, subieron solos como si tuvieran vida propia. se transformaron en una tanga negra de encaje, tan ajustada que se encajó directo entre mis glúteos nuevos y redondos, rozando mi vagina recién formada. cada movimiento era una tortura; la tela tiraba de mi piel sensible, recordándome lo que ahora tenía ahí abajo. mi sudadera, ya diminuta, perdió las mangas y se convirtió en una blusita corset de color rosa chicle, apretándome la cintura hasta dejarme sin aire y levantando mis tetas nuevas como si fueran trofeos. los pantalones, o lo que quedaba de ellos, mutaron en una falda plisada cortísima, apenas cubriendo mi culo. cuando me senté en la silla, sentí cómo mi trasero—ahora enorme, carnoso—se expandía bajo mi peso, rebotando ligeramente. mis senos, firmes y atrapados por el corset, temblaban con cada respiro, los pezones duros rozando la tela y mandando chispas de algo que no sabía si era dolor o morbo.

miré alrededor, y mi cuarto ya no era mío. las paredes grises ahora eran rosa pastel y morado, como si una Barbie hubiera vomitado por todos lados. mis tres monitores, mi orgullo gamer, habían desaparecido; en su lugar había una laptop diminuta, blanca, con stickers de corazones. mi silla gaming, negra y roja, ahora era rosa con detalles blancos, acolchada como para una princesita. el ropero pequeño de madera vieja se había transformado en un armario gigante con puertas de cristal, dejando ver un desfile de ropa femenina: vestidos ajustados, tangas, sostenes de encaje, faldas que no cubrían ni la mitad del muslo. era como si mi vida entera hubiera sido borrada y reemplazada por esta mierda de fantasía enferma.

el stream en twitch seguía en vivo; no había cortado la transmisión. miré la pantalla de reojo y el chat estaba explotando. la mitad eran comentarios de puro terror y asombro: “wtf te pasó bro?”, “es un glitch o qué mierda?”. la otra mitad eran puñaladas directas: “mira, ahora vas a ser la perra de la que siempre hablas”, “disfruta ser tu propia puta ideal, cabrón”. sentía la sangre hirviéndome, pero también un nudo en el estómago. no podía apagar la cámara; todos estaban viendo cómo me convertía en esta cosa que yo mismo había creado con mis palabras.


el infierno no tenía fin. sentado en esa silla rosa de mierda, mis piernas se abrieron solas, como si una fuerza invisible las controlara. mi mouse gamer de 20 botones, mi puto orgullo, empezó a brillar y transformarse frente a mis ojos. en un parpadeo, se convirtió en un vibrador lovesense rosado, brillante y jodidamente grotesco. antes de que pudiera reaccionar, esa cosa voló directo hacia mí, metiéndose en mi nueva vagina con una precisión del carajo. el dolor fue como si me partieran en dos con un cuchillo ardiente; grité, pero mi voz era un chillido patético de niña. el vibrador se alojó dentro, y de inmediato comenzó a vibrar como un hijo de puta. podía sentir cómo mi coño se mojaba, escurría entre mis muslos pequeños y depilados, el líquido caliente goteando hasta la silla. mis piernas suaves se cruzaron instintivamente, un pie sosteniendo al otro, dejando ver en cámara esos tacones negros de zorra que no podía quitarme.

intenté apagar la transmisión, desesperado por parar esta humillación pública. pero el juego de guerra en mi laptop había mutado a algo “rosita y bonito”, una interfaz llena de corazones y purpurina de mierda. cada vez que recibía donaciones—y joder, llegaban a montones—el puto vibrador vibraba más fuerte, sacudiéndome desde adentro. no podía hacer nada más que gemir como una perra en celo mientras los comentarios del chat se volvían más enfermos: “mójalos más, puta”, “mira cómo te retuerces”. en 5 minutos, había juntado más de 3 millones de dólares. tres putos millones. en 5 años de streams sudando sangre, apenas había sacado 15 mil. la ironía me quemaba tanto como ese vibrador.

de repente, la puerta de mi cuarto—ahora rosa pastel de mierda—se abrió con un golpe. un tipo musculoso y barbón, vestido con un traje caro que olía a dinero, entró como si fuera el dueño del mundo. sin decir nada, reclinó mi silla hacia atrás y me plantó un beso, metiendo su lengua gorda y babosa en mi boca. mi cerebro quería vomitar; cada fibra de lo que quedaba de mí gritaba asco. pero este cuerpo de muñeca lo deseaba, respondiendo con un gemido que no pude controlar. “despídete de tus seguidores por hoy”, gruñó con voz grave. “te voy a llenar como embutido”. corté la sesión con manos temblorosas, y por fin pude descruzar las piernas. el vibrador se detuvo, dejando un vacío raro dentro de mí. él me levantó como si fuera una pluma y me llevó a la cama, arrancando ese juguete de mierda de mi coño con un tirón rápido. sentí cómo mi vagina se estiraba, agrandándose pa’ sacar esa cosa; fue desagradable, como cagar pero con una excitación enferma, como si me cagara por la punta del antiguo pene ese  que ya no tenía. hablando de penes, la suya era un monstruo: enorme, venosa, latiendo mientras se metía hasta el fondo. aunque entró fácil por lo mojada que estaba, dolió como un carajo. grité con todo lo que tenía, pero solo salió un gemido femenino, agudo y roto.




a partir de ahí, mis días eran una puta rutina de pesadilla. despertaba con un desayuno de fruta y jugo preparado por una sirvienta que ni sabía de dónde salió. luego, tres horas de pilates pa’ mantener este cuerpo de trofeo con una entrenadora personal que cobraba mas por dia de lo que ganaba yo al mes, todo pa’ prostituirme en vivo por dinero. los streams eran mi vida ahora; me sentaba frente a la cámara con lencería barata y dejaba que las donaciones hicieran vibrar ese juguete dentro de mí mientras gemía pa’ la audiencia, me tocaba los pezones, los prendia cuando tomaba pedazos de hielo y los derretia con mis senos. al final del día, llegaba mi “esposo”, ese cabrón musculoso, y me cogía cada noche sin importar si estaba con mi periodo. joder, la regla era un infierno—dolores que me retorcían las tripas, sangre por todos lados—pero el vibrador ayudaba a pasar el rato entre lágrimas y orgasmos forzados.


los meses pasaron, y entonces pasó lo inevitable: quedé embarazada. mi vientre empezó a hincharse, redondeado bajo las blusas ajustadas que usaba pa’ los streams. lejos de ahuyentar a los cabrones de internet, eso los ponía más locos. “una preñada gimiendo es lo mejor”, escribían mientras las donaciones se disparaban al doble. cada gemido mío valía oro ahora; ver mi barriga crecer mientras el vibrador me hacía retorcerme les sacaba billetes sin fondo. ahorré más en esos meses que en toda mi vida anterior, todo mientras cargaba a este bebé que ni pedí ni entendía. era la puta perfecta que siempre describí, atrapada en un ciclo de humillación y placer enfermo del que no había salida.

el dolor del parto fue una puta pesadilla que no se compara con nada. imagina que te parten en dos desde el coño hasta la columna, como si un cabrón te abriera con un hacha oxidada. cada contracción era un golpe brutal, como si mis entrañas se retorcieran y apretaran pa’ sacar algo que no cabía. sudaba como cerda, gritando con una voz que no parecía mía, mientras sentía cómo mi vagina se desgarraba, estirándose al límite pa’ dejar pasar a esa criatura. fueron horas de puro infierno, el cuerpo temblando, las piernas abiertas como si me fueran a romper las caderas. cuando por fin salió mi hija, entre sangre y mierda viscosa, el alivio fue momentáneo, pero el ardor seguía—un recordatorio de que este cuerpo de zorra no estaba hecho pa’ soportar tanto.

mi hija creció, y joder, era un calco de este cuerpo nuevo mío. a los 18, tenía las mismas tetas redondas y firmes, el culo gordo que rebotaba al caminar, y unas curvas que hacían girar cabezas pero delgadita y hermosa como yo lo era. pero lo que me dejó en shock fue cuando me confesó que era una ninfómana de mierda, desde los 12 no habia parado de coger, a veces tomaba verdura se la metia y luego preparaba la comida con esa misma. no paraba de hablar de cómo necesitaba polla o cualquier cosa que la llenara cada día. en vez de juzgarla, la invité a mi show en línea. necesitaba plata, y sabía que verla sería un puto imán. internet explotó cuando salió en cámara usando un dildo doble, metiéndoselo por el coño y el culo al mismo tiempo con una cara de gozo que era pura droga pa’ los pervertidos del chat. yo miraba desde un lado, y aunque me calentaba ver esa mierda—el morbo de su placer me ponía duro el clítoris—el dolor de mi propio cuerpo me jodía. cada penetración, incluso después de tanto tiempo, seguía doliendo como si me metieran vidrio roto. nunca se iba esa quemazón.

ella se volvió la nueva sensación, una reina del porno online, mientras yo me retiré a un segundo plano. veía cómo ganaba millones diarios, más de lo que yo había juntado en años de humillarme. luego se consiguió a un nerd, un tipo flaco y con cara de idiota que no entendía cómo podía estar con una diosa como ella. hasta que, en unas vacaciones, lo vi. ese cabrón tenía una polla descomunal—más grande, gorda y larga que la de mi marido. mi hija, con ese cuerpo perfecto, lo manejaba como a un puto sirviente, haciéndolo arrodillarse y lamerle los pies mientras ella mandaba. era un espectáculo de dominación que casi me hace respetar al pendejo.

al final de mis días, cuando ya estaba harta de esta vida de mierda, algo pasó. desperté de nuevo como yo, el verdadero yo, antes de toda esta locura. estaba sentado frente a mi setup viejo, a punto de iniciar un stream en twitch, con el olor rancio de mi cuarto de siempre. pero había un correo esperándome, con un mensaje claro como el agua: “tú decides si cambiar o volver a vivir todo”. aunque era un puto alivio estar de vuelta y orinar de pier, brincar sin que cada parte de mi cuerpo rebotara, mi mente traicionera no podía dejar de desear tener una verga dentro de mi otra vez. ese hambre, esa necesidad enferma, seguía ahí, royéndome desde dentro pero esa decicion la tomaba aqui comenzando el stream.






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